leer que había un gusano
que se mimetizaba o se confundía
con el excremento de un pájaro,
porque de ese modo
se defendía de ser comido
(los pájaros lo tomaban por un
excremento y no lo comían).
Y yo pensaba que qué triste,
que a qué precio,
que si valía la pena sobrevivir
a precio de hacerse pasar por un excremento.
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Y cuántas veces, a lo mejor,
en la vida real,
los seres humanos
sobrevivimos también
a precios parecidos.